Puede que hoy muchos se hayan levantado con un poco de malestar estomacal. Es solo el comienzo. El exceso de comida y bebida –a altas horas de la noche– que implican las fiestas de Navidad y fin de año es un claro factor para una serie de problemas digestivos. Por algo se incrementan las citas con gastroenterólogos en los centros médicos en estas fechas. Analicemos algunas de estas complicaciones.
–Los malos hábitos y sus consecuencias–
Encabezando esta lista –debido a su frecuencia– figuran las intoxicaciones alimentarias, asociadas a diversos microorganismos.
“Alimentos perecibles como cremas y salsas, a una temperatura de 18 grados, no pueden estar más de 30 minutos a la intemperie. Pasado este tiempo se convierten en caldos de cultivo para bacterias como salmonela y estafilococos, que pueden generar cuadros de diarrea y fiebre”, dice a El Comercio Héctor Velarde, gastroenterólogo de la clínica Ricardo Palma, quien agrega que las cremas deben servirse e inmediatamente guardarse en el refrigerador.
Los gases, los eructos y la distensión abdominal (hinchazón) son también usuales. Esto tiene que ver mucho no solo con el volumen de comida que se consume, sino con la gran cantidad de carbohidratos, que son alimentos que se van a fermentar. Por eso, uno tiene que limitar la ingesta de panetón, puré de manzana, arroz y pastas.
Velarde pone también énfasis en un hábito que es parte de estas fechas y muy malo para la digestión: el cenar tarde en la noche.
“Debe haber un intervalo de dos horas entre que terminamos de cenar y nos acostamos. Pasar rápidamente de comer a dormir es un desencadenante de reflujo y acidez. Del mismo modo, se tiene que evitar comer alimentos muy grasos en la noche. Es aconsejable tomarse el tiempo para realizar una breve caminata luego de comer o hacer algo de actividad, como limpiar la mesa”, subraya el especialista.
Para finalizar este breve listado, debemos mencionar el estreñimiento, que se genera debido al alto consumo de carnes rojas, frituras, harinas y grasas. Para evitar este riesgo, es clave la ingesta de fibras (frutas y verduras) y una buena hidratación.
–Comer y no sufrir en el intento–
Según Velarde, el 40% de las consultas médicas en general son por problemas digestivos, pero en la temporada de fiestas esa cifra puede llegar a ser más del 60%.
De acuerdo a los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EE.UU. (CDC, por sus siglas en inglés), para que los alimentos sean seguros deben cocinarse por encima de los 60 grados –temperaturas más bajas permitirán que las bacterias se multipliquen rápidamente–.
Los productos perecederos deben refrigerarse dentro de las 2 horas de haberse cocinado o dentro de 1 hora si la comida se expuso a temperaturas superiores a 32 grados, por ejemplo, dentro de un auto. La carne, el pollo, el pavo, los pescados y mariscos, y los huevos tienen que guardarse por separado y no entrar en contacto entre sí. Asimismo, deben ser descongelados en un lavaplatos lleno de agua fría –cambiando el agua cada 30 minutos– o en el microondas. Y sobre todo, uno debe lavarse siempre las manos.
Respecto a las sobras, deben enfriarse lo más rápido posible y pueden guardarse en el refrigerador por 3 a 4 días, según el Departamento de Agricultura de EE.UU.
–La alimentación excesiva y la salud–
Para el Dr. Gerardo Arana, especialista de Oftálmica Clínica de la Visión, existen tres grupos de personas que están más expuestas a padecer enfermedades oculares a causa de una alimentación desmedida: los diabéticos, los hipertensos y los que padecen de glaucoma.
En el caso de los diabéticos, consumir alimentos altos en azúcar podría ocasionar un edema macular diabético que dure de tres a cinco días, y generar una turbidez progresiva de la visión.
En los hipertensos, la ingesta de sal y grasas desencadenaría una elevada presión arterial, que conlleve una oclusión de la vena de la retina y una pérdida de la visión de manera repentina.
Y si aquellos que sufren de glaucoma toman alcohol en exceso, pueden llegar a presentar una severa inflamación del nervio óptico disminuyendo la calidad de la visión.
Fuente: El Comercio